La lactancia que nos conectó

Antes de que naciera mi bebé creía que la lactancia era lo mejor que le podía dar como alimento a él cuando naciera. Mi mamá y mis tías así me lo decían. Alonso nació, y nació por cesárea en un escenario que me hubiera gustado diferente. Estuve muy dormida durante su llegada al mundo y este primer encuentro con mi bebé no fue ni tan romántico ni tan lindo como yo lo había imaginado, como tampoco me imaginé que la lactancia nos ayudaría a conectarnos, a recuperar ese tiempo que no había estado tan consciente para abrazar a mi bebé. Nunca pensé que iba a ser la forma de vincularnos y el regalo más lindo de mi cuerpo para los dos.

 

Al principio tuve algunos inconvenientes como un pezón agrietado, la bajada de leche muy intensa, tuve que regresar a trabajar a sus 40 días de nacido y otros. Pese a todo eso cada vez que ponía a mi bebé al pecho era un momento en donde el tiempo se detenía solo para él y para mí. Era sólo su mirada y la mía encontrándose. Sentía perfecto cómo la oxitocina comenzaba a fluir en mi sangre y cómo me enamoraba cada vez más de mi niño. Me sentía feliz y en paz de saber que mi leche lo nutría y que durante esos minutos no había nada más importante que él y yo para conocernos, para estar en silencio, para mirarnos, para no decir nada, para besarlo, para respirar lento y para sentir lo unidos que nos estábamos sintiendo los dos.

 

Pasaron los meses y yo tenía como meta amamantarlo hasta los dos años. Cuando los cumplió supe de inmediato que no estaba lista para destetarlo, así que nos seguimos de corridito hasta los 3 años y medio. Mentiría si digo que fue todo fácil y hermoso. Claro que había días y sobretodo noches en los que me sentía cansada, agobiada y abrumada de dormir en una sola postura, de no tener intimidad de mis pechos, de no tener demasiado tiempo para mí, sin mencionar las mordidas de cuando salieron las muelas. En muchas ocasiones estuve a punto de tirar la toalla y destetarlo de una manera repentina, pero hubo algo que me detenía y que descubrí cuando él estaba cumpliendo 3 años.

 

Aquello que descubrí  fue que la lactancia nos sanó. La lactancia me ayudó a trascender su nacimiento, a reconciliarme con mi cuerpo que no pudo parir por la vagina, me ayudó a recuperar mi confianza y mi SER madre. La lactancia me dio la oportunidad de sentir amor hacia mi bebé por primera vez, me dio la oportunidad de mirarme capaz de criarlo y acompañarlo. La lactancia le regaló a Alonso a su madre más completa, más plena y más dispuesta a estar con él y a acompañar su crecimiento. La lactancia era para nosotros consuelo, paz, silencio, meditación y la forma más sencilla de aliviar todos los males como las caídas, las enfermedades, las alergias, las frustraciones, los cambios y otros procesos físicos y emocionales intensos.

 

Entonces entendí que amamantar a un bebé es mucho más que alimentarlo, es mucho más que todos los beneficios de los que hablamos en los cursos, es mucho más que toda la evidencia científica que hay para defender la lactancia, es mucho más que no dar fórmula. El momento de despedirnos de la lactancia fue paulatino y respetuoso para los dos, fue un proceso largo y también transformador. Aún me dan ganas de llorar cuando pienso en eso, aún mi ahora niño algunas noches me pide acariciar su chichi, le da besos, nos abrazamos y yo soy feliz con él.

 

No puedo terminar este escrito sin agradecerle a Alonso por su sabia manera de indicarle a mi cuerpo lo que necesitaba, a mis pechos por nutrir el cuerpo y el alma de mi bebé y sobre todo agradezco a Ángel mi esposo, porque desde el primer día hasta el último me alentó y me apoyó para tener una lactancia hermosa y feliz.

 

Con cariño

@BetyDoula

lactancia_materna_conexion

Escribir comentario

Comentarios: 1
  • #1

    Mamás 10 (sábado, 09 febrero 2019 05:44)

    Hola!

    Nosotros también hemos tratado esta temática en profundidad y nos gustaría compartirlo con tus lectoras por si les pudiese ser de ayuda adicional.
    https://www.mamas10.com/bebes/lactancia-materna-en-biberon/

    Un abrazo